lunes, 1 de noviembre de 2010

LA FE




Soy la hermana mayor de la Esperanza y de la Caridad; me llamo Fe. Soy grande y fuerte, el que me posee no teme ni al hierro ni al fuego; Es a prueba de todos los sufrimientos físicos y morales. Resplandezco sobre vosotros como una antorcha, cuyos chispeantes rayos se reflejan en el fondo de vuestros corazones, y os comunico la fuerza y la vida. Entre nosotros se dice que yo levanto las montañas, y yo os digo: vengo a conmover al mundo porque el Espiritismo es el germen que debe ayudarme. Uníos, pues a mí, yo os convido: Soy la Fe.

Soy la Fe, habito en la Esperanza, la caridad y el Amor, en el mundo de los Espíritus puros. A menudo he dejado las regiones aéreas y he venido sobre la tierra a regeneraros dándoos la vida del Espíritu, pero a excepción de los mártires de los primeros tiempos del Cristianismo y algunos fervientes sacrificios hechos de tarde en tarde para el progreso de la ciencia, de las letras, de la industria y de la libertad, solo he encontrado entre los hombres indiferencia y frialdad, y he vuelto a remontar tristemente mi vuelo hacia el cielo; me creíais entre vosotros, pero os engañabais, porque la Fe, sin las obras, no es la Fe, la verdadera Fe es la vida y la acción.

Antes de la revolución del espiritismo, la vida era estéril, era un árbol seco por las refulgentes chispas del rayo que nada producía, se me reconoce por mis actos; ilumino las inteligencias, caliento y reanimo los corazones en mi regazo, alejo de vosotros las influencias engañosas y os conduzco a Dios por la perfección del Espíritu y del corazón. Venid y agrupaos bajo mi estandarte; soy poderosa y fuerte: Soy la Fe.

Soy la Fe y mi reino empieza entre los hombres; reinado pacífico que les hará felices para el tiempo presente y para la eternidad.

La autora de mi advenimiento entre nosotros es pura y serena; su sol resplandeciente y su ocaso vendrá a mecer dulcemente a la humanidad entre los brazos de la felicidad eterna. ¡Espiritismo!. Derrama sobre los hombres tu bautismo regenerador; yo les hago un llamamiento supremo: Yo soy la Fe

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